El Día de Muertos en México es una celebración de cultura y tradición muy arraigada entre los mexicanos. En un esfuerzo por comprender y celebrar el Día de Muertos en México y en todo el mundo, el arqueólogo Eduardo Merlo Juárez, Asesor Cultural de la UPAEP, nos ofrece una mirada profunda y reveladora sobre esta festividad única que fusiona antiguas tradiciones prehispánicas con influencias cristianas y culturales contemporáneas.
Merlo Juárez destacó la singularidad del Día de Muertos, una celebración que se extiende desde principios de octubre hasta principios de noviembre. Este período coincide con la festividad católica de Todos los Santos (1 de noviembre) y los Fieles Difuntos (2 de noviembre); sin embargo, la raíz de esta celebración es mucho más profunda y se encuentra en las tradiciones prehispánicas de México.
La festividad de Día Muertos tiene una relación íntima con la cosecha. Los antiguos mexicanos, según Merlo Juárez, reconocían que sus antepasados les habían legado la vida, habían trabajado la tierra, sembrado y cosechado alimentos, y habían dejado semillas que continuaron dando vida a través de las generaciones. Además, cuando los antiguos mexicanos morían, sus cuerpos se convertían en abono para la tierra, cerrando así el ciclo de la vida. Esta profunda conexión con la tierra y la gratitud hacia los ancestros son el núcleo de la celebración.
Los antiguos mexicanos preparaban una comida especial para los difuntos, 80 días antes del Día de Muertos. Esta comida incluía platillos como el "Chilmolí" (antecesor del mole) y carne cocida. La bebida de elección era el "Pulque" (bebida fermentada de agave); además, se solían hacer figuritas de calaveras y esqueletos a partir de una mezcla de amaranto, maíz y miel de maguey.
Enfatizó que las ofrendas también incluían flores, en particular, el cempasúchil (flor de cempasúchil) y un "caminito" de pétalos de cempasúchil que guiaba a los difuntos hasta la ofrenda; este rico simbolismo y la combinación de elementos culinarios y florales hacen que el Día de Muertos sea una festividad única.
Merlo Juárez señala que los frailes cristianos que llegaron a México en el siglo XVI intentaron cristianizar estas tradiciones prehispánicas, pero no pudieron eliminar por completo las costumbres arraigadas; en cambio, trasladaron la festividad para que coincidiera con las festividades cristianas de Todos Santos y los Fieles Difuntos.
La festividad de los Muertos, que originalmente se celebraba en agosto, pasó a realizarse del 28 de octubre al 2 de noviembre, conservando su esencia y enriqueciéndose con elementos cristianos. Merlo Juárez destaca que esta festividad es una de las más importantes en la cultura mexicana y que incluso se celebra de manera más modesta en los años posteriores a la muerte de un ser querido.
La tradición del Día de Muertos no es exclusiva de México. Eduardo Merlo menciona que en Perú se llevan a cabo ceremonias similares, lo que resalta la relación profunda entre las dos grandes civilizaciones americanas; además, en Tailandia descubrió una celebración que presenta similitudes notables con el Día de Muertos mexicano, lo que demuestra cómo esta tradición ha influido en otros lugares del mundo.
La influencia de la festividad no se limita solo a la gastronomía y la decoración, sino que también se extiende a la cultura popular. Un ejemplo es la famosa "Catrina", una creación del caricaturista Guadalupe Posada que se ha convertido en un ícono nacional. La Catrina, originalmente una sátira de la alta sociedad, se ha convertido en un elemento central de las celebraciones del Día de Muertos y se ha vuelto popular en todo el mundo.
Además, en los últimos años, las celebraciones del Día de Muertos se han vuelto más vistosas y festivas, con desfiles que atraen a multitudes en ciudades como la Ciudad de México, Puebla y Guadalajara. La alegría y la creatividad están en el centro de estas festividades, lo que contrasta con las celebraciones más solemnes que se encuentran en otros lugares del mundo.
Enfatizó que el Día de Muertos es una festividad arraigada en la cultura mexicana que celebra la vida, la muerte y la conexión con los antepasados. Aunque ha evolucionado a lo largo de los siglos, conserva su esencia y continúa siendo una de las festividades más coloridas y significativas de México, con influencia en otras partes del mundo. Como lo destaca el arqueólogo Eduardo Merlo Juárez, esta tradición es una parte fundamental de la identidad mexicana y debe ser preservada con orgullo.
Fuente: UPRESS.